Metafóricamente hablando, la Presidenta de Chile, Michele Bachelet, es como un conductor atrapado en un fangoso tramo de la carretera: sus ratings de aprobación se han hundido en medio de casos de corrupción y de protestas en curso sobre la educación. Un intento por obtener algo de tracción y conducirse a sí misma para salir del fango fue su cambio de gabinete a principios de mayo. Pero Bachelet aún no ha salido del barro. La semana pasada ella finalmente completó la renovación de su gabinete, removiendo al abrasivo Nicolás Eyzaguirre del ministerio de educación y reemplazándolo con Adriana Delpiano, de quien se espera que pruebe ser una mejor negociadora.End of preview - This article contains approximately 1107 words.
Subscribers: Log in now to read the full article
Not a Subscriber?
Choose from one of the following options