El Presidente de Perú, Ollanta Humala, está entrando en el año final de su problemático mandato. Cuando Humala asumió el poder el 28 de julio del 2011, existía un temor visceral entre el sector privado y la comunidad empresarial que él podría abandonar su retórica conciliadora, y que volvería a sus raíces nacionalista y poner a Perú en la senda tomada por Venezuela. En cambio, Humala persiguió una agenda de libre mercado y de rectitud fiscal, despojándose de aliados izquierdistas, quienes se mostraron horrorizados mientras él usaba su último discurso ante el congreso sobre el estado de la nación, cuatro años después, para reclamar su legado como primer gran reformador social del Perú. Humala, cuya inexperiencia política ha quedado expuesta en sus tratos con el congreso, rara vez recibía el crédito por sus logros, especialmente contra Sendero Luminoso (SL) y el comercio ilegal de drogas, pero este es un gran reclamo. La perspectiva de mejorar su ‘legado’ también es desoladora, pues es la oposición política la que asume el control de la legislatura.End of preview - This article contains approximately 1388 words.
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