Las denuncias de golpe parecen contagiosas. Los motines de la policía, esta semana, a lo largo de Bolivia ha llevado al Presidente Evo Morales a clamar que “las fuerzas de la Derecha” han infiltrado las protestas para montar el escenario para un “golpe”. Aunque los policías descontentos tenían claras demandas –por mejores de salarios y de las condiciones de trabajo– y la oposición política acusó a Morales de recurrir a una táctica ya familiar de calificar cualquier malestar como un complot desestabilizador, la rebelión, que ha terminado luego de un acuerdo concretado con el gobierno, es el último signo de la crisis dentro de la institución.
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