Desde que asumió el cargo de ministro de economía, el año pasado, Axel Kicillof ha desafiado a los críticos que predijeron la aplicación de medidas heterodoxas de izquierda con una serie de decisiones políticas crecientemente más ortodoxas. Pero se puede decir que el más significativo giro en el pensamiento económico del gobierno le ha sido forzado, bajo amenaza de expulsión, por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Después de siete años de manipular las estadísticas oficiales, el instituto nacional de estadísticas (Indec) difundió el 13 de febrero una serie de confiables cifras de inflación. Aunque el porcentaje fue alarmantemente alto, en 3,7% sólo para el mes de enero, al menos se aproximaba a la verdad. Como un analista económico lo expresó: “en este caso, la mala noticia es buena noticia.”End of preview - This article contains approximately 731 words.
Subscribers: Log in now to read the full article
Not a Subscriber?
Choose from one of the following options