Con la salida de otro ministro la semana pasada, el cuarto desde junio, y el retiro formal de un disgustado aliado de la coalición gobernante, la administración de la Presidenta Dilma Rousseff está en cierto desorden. Serios cuestionamientos han estado surgiendo acerca del desempeño de Rousseff hasta la fecha. Sus partidarios aplauden lo que ellos dicen que son los esfuerzos innovadores para frenar la arraigada corrupción y el amiguismo en el sistema político de Brasil de intenso clientelismo; los críticos la acusan de solamente hacer un manejo de la crisis en base a relaciones públicas, motivadas por prioridades electorales de corto plazo, en vez de un genuino compromiso de reforma. No obstante, intencionalmente o no, Rousseff está rompiendo el molde, con algún costo político para ella misma y en sus relaciones con sus aliados más cercanos.End of preview - This article contains approximately 1586 words.
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